Viendo las cosas que suceden a mí
alrededor me planteo una cuestión: ¿En que tipo de sociedad vivimos?
Ante esta pregunta se me ocurre
una respuesta: Las relaciones sociales que mantenemos se originan y mantienen
por puro interés y con una actitud egoísta.
Este egoísmo puede llevar
implícito la obtención de méritos con la intencionalidad de incrementar el
reconocimiento por parte de los demás para con ello obtener beneficios a
posteriori, por ejemplo: Para una persona de carácter dominante normalmente un
mayor reconocimiento le otorga más poder de persuasión y por lo tanto una mayor
capacidad de dominación, cosa que es en realidad lo que pretende, sin embargo
para una persona de carácter sumiso la acumulación de méritos busca a través
del reconocimiento una menor
recriminación de los que le dominan. Son un mismo caso pero contrapuestos, la dominación y el sometimiento o lo que es lo mismo, el sadismo
y el masoquismo, como apunta Erich Fromm en sus escritos.
Los méritos en cierto sentido son
como la moneda de cambio de un sistema económico, estos pueden llegar a
acumularse en forma de prestigio a lo largo de generaciones y como el capital,
quien lo posea tratará de mantenerlo e incrementarlo continuamente y en ello
basará todas sus actividades sociales, incluso dictará o modificará las normas
(moral) y leyes de la sociedad para tal fin.
Lo que me lleva a otra pregunta:
¿Alrededor de que conductas basamos la convivencia?
La conclusión a la que llego es
que la convivencia social actual, en la que incluyo la familiar, está basada en
la desconsideración hacia el otro, motivada por el egoísmo intrincado.
Así no queda más que una
conducta egoísta como eje de las relaciones sociales y la consiguiente
desconsideración hacia los demás.
Esta lucha perpetua de poderes
que se da en todo momento y en todo ámbito, es en sí mismo el gran problema que
nos impide convivir en paz.
Pocas personas son capaces de
darse cuenta de todo esto y menos de admitir que en el seno de nuestras propias
relaciones incluso de las familiares, la columna que las vertebra es el egoísmo
puro del ser humano.
Ahí radica la verdadera necesidad de la lucha por la libertad, que es
en definitiva liberarse del influjo continuo de manipulación y sometimiento que
subyace en toda relación humana.
Pero ser consciente de ello no te
librará por si solo de esta lacra, solo hará que te sientas más infeliz ya que
verás entonces esa desconsideración y esa intencionalidad por todos lados
incluso en ti mismo y en las acciones que realizas.
Nuestros instintos son más fuertes que nuestra capacidad de raciocinio
y la frustración que esto crea en una persona que quiere crecer en libertad es
abrumadora.
De todas formas, queda la luz de
saber que a través del conocimiento se puede llegar, cuando menos, a la
consciencia de este hecho y eso es alentador en si mismo ya que solo a través
del reconocimiento del problema podemos ser capaces de encontrar su solución,
es decir una convivencia en equilibrio social y en consideración a los demás,
lo que comúnmente llamamos Paz.
En resumen, la humanidad no podrá convivir en paz si no se libera del egoísmo y la
desconsideración que reside en cada uno de nosotros. Pero esto solo podrá
conseguirse si se fomenta la reflexión y el pensamiento filosófico basado en la
premisa de que el mayor aliado de la paz es la libertad y el respeto mutuo que la
hace posible.
Esto sería posible a través de la
educación fundamentada en la incentivación del pensamiento crítico iniciada en
las edades tempranas, porque alcanzar una sociedad fundamentada en el respeto
mutuo no es algo fácil y rápido, si no algo que deberá llevar generaciones y
llegar a todos los estratos de la sociedad.
Por lo tanto hay que tener muy en cuenta y sobre todo inculcar a las
personas más jóvenes, que la libertad no es hacer lo que a uno le de la gana,
si no respetar la vida, la cultura y el medio ambiente de los demás seres vivos,
a la vez de ser consciente de tener como individuo el mismo derecho a ese
respeto por parte de los demás.
Bajo esta premisa no es más libre quien más cosas puede hacer si no quien más respeto es capaz de dar.
Y hay tener claro que el hecho de
obstaculizar la educación, de fomentar la desigualdad social a través de las
rentas y la privación del trabajo o de limitar la atención sanitaria, dificulta
el desarrollo de una sociedad basada en la libertad y en la Paz.
Las consecuencias sociales que podemos
esperar de los recortes en todos estos ámbitos son principalmente nuevas
generaciones con menos capacidad crítica y de crecimiento personal, más desconsideradas con sus congéneres y con su medio y por lo tanto más controlables
por los que pretenden dominar al resto.
Por ejemplo se podrá dar así el aumento de trabajadores más sumisos, fruto como he
dicho antes, del tipo de relaciones basadas en la naturaleza humana del
sometimiento y la sumisión.
Todo esto conllevaría una
considerable bajada en la calidad de la convivencia, del medio ambiente y de la
seguridad, cosa esta última, que permitirá aplicar aun más contundentemente las
herramientas represivas.
En definitiva, retrocederemos,
gracias a estas medidas a una sociedad menos libre.
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